miércoles, 3 de octubre de 2012

Safo y Marlene, censuradas.

En Marruecos, cuando la Dietrich besa a una elegante señorita.
Una pareja: ella es una Safo de cuero que quiere hablar sin palabras, la otra, ella también, una Marlene Dietrich en Marruecos con rastas en lugar de oro. Se quieren, se aman, entre clase y clase. Suben escaleras, buscan, encuentran, miradas y sonrisas. Enseñan.

Es Martes, minutos antes de Lengua, pasea una profesora por la segunda planta. Creo saber a quién votó en las últimas elecciones, pues, haciendo uso de su gran espíritu de madre (superiora), se lleva a Safo a dirección para enseñarle que la homofobia es asignatura obligatoria en este decadente centro público que intenta formar ciudadanos privados.

Quitándole todos los adornos a esta cosa y sustituyendo tan elegantes e inspiradores personajes por nombres normales y corrientes, esto es lo que pasó, grosso modo, ayer en mi centro antieducativo. Como reflejo de la sociedad en que vivimos, la convivencia entre homo, bi y heterosexuales es algo común en las escuelas, que puede desatar risas cobardes entre los primeros, o bromas negras en los corros del recreo (¿qué sería de la vida sin humor negro?), pero que no suele llegar más allá. Que es amor, pueden llegar a entenderlo hasta los de la banderita de España, aunque a algún sinbandera todavía le cueste.

Sin embargo, miembros del equipo directivo de esta nuestra comunidad educativa, adherida al proyecto Espacio de Paz desde tiempos inmemoriales, consideran las artes amatorias algo censurable si la combinación de gónadas no sigue el arquetipo al que nos tienen acostumbrados. "Es algo incívico, ¿es que no os dais cuenta de que os están viendo niños de doce y trece años?" 

Ahora se preocupan por los panecillos recién horneados, a buenas horas mangas verdes. Yo que vosotros, antes de preocuparme de censurar los sentimientos, cesuraría los empujones en la cola de la cafetería, las palabras de los pasillos, incluso las de bedeles y profesores que miran al alumno por encima del hombro mientras mueven su papada arriba y abajo, también las de esos alumnos que hacen que los profesores miren por encima del hombro moviendo la papada, el humo y la nicotina en el ambiente de los baños encharcados, el cinco que se le pone al del 4.3 y el nueve que se le pone al del 9.8, LOS RECORTES.

¡ADORABLE!
Y no, no os excuséis alegando que el amor para los moteles y las vidas privadas, que no cuela, que el efecto camaleón lo permitís diariamente, siempre y cuando vuestro vetusto código moral os lo permita, claro está. Los morreos están permitidos si no son repetitivos, por consecuente, las pobres Safo y Marlene ya tienen la cruz echada para todo el curso por un escurridizo piquito entre cuerpos de metro y medio. Además, si llegara el incidente a oídos de subjetivos profesores de la vieja escuela, de esos que tanto abundana, puedo asegurarles que podría incluso costarles la matrícula de honor (sí, efectivamente, Marlene es una de las alumnas más brillantes del centro).

Las cosas tienen la importancia que uno les quiere dar, decís vosotros para defenderos ahora que se os ha visto el plumero, y yo, nosotros, creemos que esto es algo que merece tal relevancia, y no la inocencia de esos niños tras los que escondéis vuestra homofobia, porque, al fin y al cabo, esos niños se pajean.

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